miércoles, 11 de abril de 2007

Herencia y su Cristo de la Misericordia, un cristo marinero. Por: Mario Alonso Aguado


Entre las imágenes de pasión que la villa de Herencia venera en sus diferentes iglesias y ermitas, es la más antigua –datada en el siglo XVII- y es, sin duda, con la que el pueblo más se asemeja. Hablar de Cristo en Herencia, es nombrar del Cristo de la Misericordia. Es imagen que identifica y aúna. Es una bella y devotísima efigie que figura a Jesús en la dolorosa escena del Pretorio, es un Ecce Homo, pasional y reverencial. Para conocer su propia historia hemos de retrotraernos hasta 1677, en concreto hasta el 5 de agosto, en dicho año la sagrada imagen de este queridísimo Cristo fue trasladada en solemne procesión desde la casa de Gabriel López Gascón hasta la ermita de la Concepción, que por aquellos años hacía las veces de parroquia, ya que la actual estaba siendo construida, asistió todo el clero local, las autoridades y numerosos vecinos. Una vez finalizadas las obras del nuevo templo parroquial, luminoso y capaz, allá por 1713, fue traída aquí la imagen del Cristo, aquí permaneció hasta mediar el siglo, momento en el cual fue transportada hasta su actual emplazamiento, en lo que era entonces ermita de Santa Ana. Hay quien repara en los orígenes mercedarios de este Cristo, un viejo escudo de la Orden de La Merced corona uno de los retablos laterales de su ermita y desde este año, otro escudo mercedario decora uno de los lados de su nuevo trono. Si reparamos en el nombre, Misericordia, caeremos inmediatamente en la cuenta de que es sinónimo de Merced. Cuando se traslada la imagen del Cristo en 1677 hasta la primitiva ermita de la Concepción se levanta acta del evento, en ella se narran los orígenes del Cristo y aparecen estrechamente vinculados a un tal Diego de San Pablo, pero…¿quién es este personaje? En 1910, el párroco Don Metodio Quintanar, publica un interesante opúsculo titulado “Novenario en honor del Smo. Cristo de la Misericordia, Milagroso y Amantísimo Protector de la villa de Herencia”, en la introducción histórica escribe: “De suponer es que este hermano Diego sería algún monje o religioso, aquí muy conocido”. Otros, aventurando aún más, opinan que Diego de San Pablo, haya sido un mercedario descalzo, Orden religiosa afincada en la población desde 1656. Clarificando aún más la cuestión, se ha tratado de identificar con Fray Diego de San Pablo, conocido como “de Sotomayor”, mercedario descalzo, culto y famoso predicador, fundador del convento mercedario de Argamasilla de Alba, en 1607, pero aún hay mucho que indagar al respecto.
Un particular de este Cristo es que es uno de los llamados Cristos marineros. En La Mancha de los humedales, en pleno Campo de Juan, nos topamos con una sucesión de Cristos que poseen leyendas referidas al mundo del mar y que curiosamente varios de ellos procesionan en carrozas con forma de barca. El más célebre es el Cristo de Urda, el Cristo de La Mancha, pero no es el único, ahí están: el Cristo del Prado, de Madridejos; el Cristo de Santa Ana, de Villafranca de los Caballeros; el Cristo de la Viga, de Villacañas; quizá la lista pudiera alargarse con el Cristo de la Vera-Cruz de Consuegra y algún otro. Pienso que un hermanamiento entre todas estas Cofradías y Hermandades o la celebración de un congreso histórico que estudiase y valorase los rasgos comunes de todos ellos, no estaría de más. Nuestro Cristo no se queda atrás y ahí está su leyenda:
Cuentan los mayores del lugar que hace ya muchos años vivía en el pueblo un joven mozo herenciano, fuerte y aguerrido, que entrado en quintas, le tocó en suerte hacer el servicio militar en Filipinas. Una vez embarcado, zarpando hacia dichas Islas, ya en plena alta mar, en noche oscura y cerrada se desató una gran tormenta, el mar bramaba y las olas eran en extremo altas y peligrosas; el cielo se rompía en pedazos, y los rayos y truenos estremecían hasta las
entrañas más hondas. El capitán del barco, reunió en cubierta a todos los soldados con el fin de dar órdenes para campear el temporal, pero no las tenía todas consigo, de ahí que con el rostro afligido y el alma en vilo, alzando la voz, exclamó: “Encomendaos al Señor, rezad y que Dios os guarde, invocad la protección de vuestros santos más queridos, nos va hacer mucha falta. Nunca he visto en mi vida una tormenta de la magnitud de ésta que nos azota ahora.”Los soldados, prestos a las órdenes del capitán, comenzaron a encomendarse a sus santos patronos e imágenes más queridas. Afortunadamente, el mar amainó y tras la tempestad llegó la ansiada calma. Todos salieron ilesos. A la mañana siguiente, ya con el sol en lo alto, el capitán entre asombrado y agradecido por el milagro vivido, volvió a reunir de nuevo a sus soldados en cubierta, diciéndoles: “Hemos de dar infinitas gracias a lo alto, al Dios que todo lo puede, anoche se me presentó la figura de un Cristo que me iluminó y guió, indicándome el modo y camino para poder salir de la temida tormenta. Por favor, sacad los retratos de vuestros santos para que pueda ver y reconocer a ese Cristo y poder así agradecer tan gran merced.” Puestas en hilera las estampas religiosas, el capitán fue recorriendo con su mirada, una a una, hasta reparar en la que llevaba el soldado herenciano, ¡Era el Cristo de la Misericordia! ¡Nuestro Cristo era el Todopoderoso Salvador! ¡Él había obrado el milagro!Una vez cumplidos los deberes para con la Patria el soldado volvió a su Herencia querida, aquí contó orgulloso y ufano cuanto pasó con el Cristo. Y curiosamente, la santera de entonces no daba crédito a lo oído. Pues ella había sido testigo de un hecho maravilloso, en las mismas fechas que refería el soldado. Ella contó que una mañana muy temprano, casi al alba, acudió como cada día a abrir las puertas de su ermita. Cual sería su sorpresa cuando al mover la chirriante cancela, la luz del candil descubrió algo insólito: unas huellas húmedas y unas gotas de agua que en hilera conducían hasta el camarín, una vez allí la santera no salía de su asombro, el Cristo tenía los pies mojados y la parte baja de su capa estaba mojada y chorreaba, tanto, que ella llegó a increpar, amenazando con su pregunta: “¿Dónde habrás pasado la noche…?” Sin duda, las palabras del soldado habían resuelto el enigma.
La fama del Cristo crecía día tras día y su carácter milagroso corría de boca en boca. Dicen que a inicios del siglo XX, los combatientes herencianos que defendían los intereses de España frente a Marruecos en la llamada guerra contra los Rifeños, portaban estampas del Cristo y salieron ilesos en los combates. Como imperecedero agradecimiento, a lo referido en la portentosa leyenda y para perpetua memoria de las generaciones futuras, donaron al Cristo una barca procesional.

Mario Alonso Aguado. O. de M.

El Cristo del Consuelo. Ecce Homo de Leyenda. Por: Claro Manuel Fernández-Caballero



Realizando un rápido recorrido por el rico patrimonio histórico-artístico de Herencia, llama la atención como entre las imágenes de pasión proliferan las representaciones del Ecce Homo, es decir, del momento en el cual, según el Evangelio de Juan, (19:4-6) el gobernador romano de Judea, Poncio Pilato, presenta, a Jesús de Nazaret, ya flagelado, atado, escarnecido y coronado de espinas, ante los judíos congregados fuera del lugar donde transcurría el juicio de Cristo, con las siguientes palabras: «Aquí tenéis al hombre».Varios lienzos reproducen este momento. Uno, en la ermita de la Encarnación, otro, en la sacristía de la iglesia conventual de La Merced y, un tercero, en el claustro alto de la casa-residencia de los Padres Mercedarios. Mención especial merece la talla del Santísimo Cristo de la Misericordia, la más antigua de cuantas imágenes escultóricas existen en Herencia, que de nuevo nos muestra el episodio arriba referido.
Lo mismo sucede con la representación del Cristo del Consuelo, imagen de otro Ecce Homo que cuenta también con gran devoción entre las gentes de la población desde la llegada de los frailes mercedarios. Prueba de lo dicho, es la existencia de un grabado de Palomino donde se reproduce esta iconografía y se le denomina como «Milagrosa Imagen del Santísimo Cristo del Consuelo» , y es que, ya desde el siglo XVIII existen en la iglesia conventual de La Merced una capilla dedicada a esta advocación. Primero, en una de sus naves laterales, donde presidiendo un majestuoso retablo barroco y bajo templete, se encontraba la efigie del Cristo del Consuelo, representado mediante busto y ante el cual eran enterradas «personas de las más nobles y esclarecidas de este pueblo». Después, en lo que fuera la antigua capilla de San José y que hoy, tras diversas remodelaciones, se denomina del Cristo del Consuelo, pues una réplica de la desaparecida imagen, situada actualmente en la Sacristía de la iglesia conventual, presidía su altar principal que es ocupado en la actualidad por otra majestuosa talla de tan popular Cristo, en esta ocasión Ecce Homo de cuerpo entero realizado en los Talleres Companyá de Barcelona sobre boceto original de Antoni Parera y Saura, usado también, para tallar la imagen del Ecce Homo de Crevillent (Alicante), si bien esta última con un tamaño inferior y con policromía más sencilla.Profundizando un poco más en este breve recorrido sobre las representaciones del Ecce Homo en Herencia, llama la atención, como varias de las imágenes antes mencionadas cuentan con su propia leyenda en la localidad. La más conocida, gracias a los estudios del historiador Mario Alonso Aguado, O. de M., es la del Cristo de la Misericordia, si bien, la tradición oral también nos narra la leyenda del Cristo del Consuelo que tenemos a bien reproducir aquí:Parece ser, que allá por el siglo XVIII, encontrándose el pueblo de Herencia, inmerso en la celebración de su Semana Santa, salió a procesionar, como era costumbre de la época, la milagrosa imagen del Santísimo Cristo del Consuelo veneraba en el Convento Real de Religiosos descalzos de Nuestra Señora de la Merced Redención de Cautivos. Era una noche serena, de cielo estrellado. La Luna, alta ya en su cielo, bañaba con rayos de plata todos los rincones de la población. El silencio y el recogimiento reinaban en calles, donde el paso del busto del Consuelo, bajo su majestuoso templete, era acompañando por numerosos penitentes que portando antorchas con las que iluminar su caminar, emulaban a los cautivos redimidos. Así, vestidos con el blanco amarfilado del hábito mercedario confeccionado en estameña por ser descalzos, con los pies descubiertos y arrastrando pesadas y gruesas cadenas que rompían el silencio de la noche, era presentada la imagen de Cristo, de Dios hecho hombre, afrentado y calumniado. Sobre su cabeza, inclinada a su izquierda, la consabida corona de espinas. Una soga rodea su cuello y se prolonga hasta atar sus manos que, cruzadas piadosamente ante el pecho sostienen una caña a modo de cetro.Tal comitiva llenaba de recogimiento a las gentes de este pueblo manchego, que mudos ante tan conmovedor espectáculo veían desfilar la imagen de su Cristo del Consuelo. Pero tan admirable espectáculo pronto se vio quebrantado, pues al pasar por unas céntricas callejuelas salieron a su paso unos mozalbetes venidos de un pueblo vecino, que sin mediar explicación comenzaron a injuriar e increpar a tan sagrada imagen. Ante tal situación, el Comendador del convento, que presidía la procesión, mandó regresar y guardar a toda prisa la imagen del Cristo. Así, pasando bajo las armas de Juan José de Austria que dominaban la entrada principal de la iglesia conventual, fueron selladas sus puertas con estruendoso cerrojazo mientras la voz del Comendador sentenciaba: “Jamás volverá a salir”.
E aquí, la leyenda de una de las imágenes más veneradas y queridas de Herencia, que si bien, durante más de doscientos años no procesionó en su Semana Santa, el año pasado, con motivo de la celebración del 350 aniversario de la fundación del Convento de La Merced, volvió a hacerlo, esta vez con renovada imagen pero igual fervor. Y lo mismo sucederá en este 2007, donde la imagen del Cristo de Consuelo saldrá en procesión tanto el Jueves como el Viernes Santo, dentro de la Cofradía hermana del Santísimo Cristo de la Columna, Nuestro Señor de los Afligidos y Stma. Virgen de la Soledad.


Claro Manuel Fernández - Caballero

Sobre los orígenes mercedarios del Stmo. Cristo de la Misericordia. Por: Antonio Martín - Viveros Tajuelo


No cabe duda de que hablar en Herencia de Cristo es hablar del Cristo de la Misericordia. Es la imagen más antigua y, con diferencia, una de las más queridas y veneradas en nuestra localidad, como queda patente ya en el himno que los niños herencianos cantaban en las escuelas en los años 30 del siglo pasado, cuyo estribillo dice así: “Herencia, eres tu sola / la que sabes como eres / al dar gracias a tu Cristo / y a tu flor de las Mercedes; / también tienes el orgullo / de tener bellas mujeres / por eso tienes la fama / de ser manchega como eres.”[1]. En este himno se hace ilusión a las dos imágenes que copan la devoción principal del pueblo: el Cristo de la Misericordia y la Virgen de las Mercedes; dos imágenes que unifican el fervor y que, bajo su aparente inconexión, guardan una relación muy estrecha que intentaré justificar en este artículo.
Sin embargo, a pesar de la importancia de la venerada imagen del Cristo de la Misericordia, la oscuridad que rodea su origen y llegada a Herencia es un hecho. La primera noticia que tenemos de su presencia es la que encontramos en el archivo parroquial y que hace referencia al traslado procesional de la imagen en 1677 desde la casa particular de D. Gabriel López Gascón hasta la ermita de Nuestra Señora de la Concepción, que, a la sazón, servía de parroquia, donde había de quedar en depósito hasta que se terminara la actual. El texto íntegro es el siguiente: “En cinco días del mes de agosto de mil y seiscientos y setenta y siete años, D. Francisco de Aguilera y Arias, Prior de esta parroquia, Luis Remón y Felipe Martín de Mayorga, alcaldes ordinarios, y otros clérigos y seglares vecinos de esta villa fueron a casa de Gabriel López Gascón y trajeron la imagen del Santo Cristo de Misericordia y lo pusieron en depósito en la ermita de nuestra Señora de la concepción, que servía de parroquia por estarse haciendo la Iglesia nueva. La cual dicha imagen trajo a esta villa el Hermano Diego de San Pablo, y la dio espontánea y voluntariamente para que fuese colocada en la parroquia de esta dicha villa, y por cuanto la dicha parroquia no tiene altares donde pudiese ser colocado por no estar acabada la obra, fue depositada para, acabada dicha obra, colocarla y depositarla en ella.”
[2]. Aparece la figura de Diego de San Pablo como origen de la imagen, pero ¿quién era Diego de San Pablo?¿qué relación lo unía a Herencia?¿cuál era la relación que guardaba con la imagen? Son preguntas que, de poder responder, nos pueden ayudar a acercarnos al misterio que encierra la serenidad de la imagen del Cristo.
Don Metodio Quintanar, párroco de Herencia desde 1905 hasta 1910, observa que “es de suponer que este hermano Diego de San Pablo sería algún monje o religioso, aquí muy conocido, y que tendría gran estima tanto a la imagen como a la parroquia, a la que hizo tan valioso obsequio”
[3]. Pero afinando más el acercamiento se puede decir que no es simplemente un clérigo, sino un clérigo descalzo, pues la apostilla nominal “de San Pablo” es característica de los frailes descalzos. No podemos obviar la relación que la Orden de la Merced descalza guarda con la villa de Herencia en el siglo XVII, relación que fragua en la fundación del único convento de la villa en 1656 con el patrocinio de D. Juan de Austria, Gran Prior de San Juan de Castilla y León – se cumple ahora el 350 aniversario de su fundación – . El contacto de los mercedarios con Herencia puede venir desde antiguo, pues estos frailes recorrían a pie gran parte de España con el fin de recaudar fondos para las redenciones[4] y pudieron llegar a la villa desde los conventos de Madrid, Toledo, Segovia... o desde los recién fundados conventos descalzos de Ciudad Real o Argamasilla de Alba, el más cercano a Herencia a escasos treinta kilómetros.
Precisamente, el convento mercedario descalzo de Argamasilla de Alba fue fundado en 1608 por un fraile llamado Diego de San Pablo, alias “de Sotomayor”.
Diego de Sotomayor nace alrededor de 1550 en Salamanca de familia muy noble, de la familia de Sotomayor y Anaya. Educado en letras, domina la gramática, la retórica, el hebreo y el griego. A los dieciocho años pide el hábito de la Merced en el Colegio de la Vera Cruz de Salamanca, no sin gran enojo por parte de sus padres, quienes llevaron a cabo bastantes diligencias para que abandonara el convento. Al año siguiente, y con el consentimiento de sus padres, Diego de Sotomayor hace profesión con asistencia al acto de toda la nobleza salmantina. Recibe los estudios superiores de Artes y Teología. notablemente inclinado a la predicación, adquiere gran fama como predicador, sobre todo como predicador de cuaresma (en Salamanca, Valladolid y Madrid, principalmente). En 1602 predica la cuaresma en Valladolid, en 1603 asiste al Capítulo de Guadalajara, donde se decreta la fundación de la Reforma Descalza de la Orden. En su sermón de cierre del Capítulo habla de la poca o ninguna necesidad que tenía la Orden de instituir la Descalcez. Por lo tanto, en un principio, se opone a la Reforma, hasta el punto de que, según dicen los Annales de los Descalzos “Concluido aquel capítulo, vino a Madrid, donde la habían encomendado predicase el día de la Ascensión de Cristo Nuestro Señor. Acertaron este día a mudar el hábito de Estameña en Xerga los fundadores de nuestra Descalcez; y en el sermón les dio tal carga que hubieron menester todo el pertrecho de su paciencia para sufrirla: y si mucho había dicho contra la nueva institución en Guadalajara, más dijo allí, y con menor recelo, por estar el General ausente...”.
Tras esto marcha a Valladolid donde tenía contratados muchos sermones para el verano. En 1604 predica la cuaresma en Salamanca, en la catedral, en los Consejos y en otras iglesias. Poco a poco comienza a valorar y a alabar la Descalcez, sobre todo por la fama de la vida ejemplar de los descalzos, en cuyo primer año habían fundado ya tres conventos: en la Almorayma, el Viso y Ribas.
Decide pasarse a la Reforma como conventual del convento de Ribas en 1604, cambia el hábito y el nombre, pasa de Diego de Sotomayor a Diego de San Pablo, argumentando la análoga situación de conversión que se había dado entre él y el santo de Tarso, pues había predicado en contra de la Reforma y ahora formaba parte de ella.
Por orden del General, en 1605 a predicar la cuaresma marcha a Sevilla, ciudad a la que vuelve a predicar 1607 y, a su regreso, destinado como conventual del Convento de Santa Bárbara en Madrid, se detiene catorce meses en Argamasilla de Alba, población que conocía , que, seguramente, frecuentaba por habitar en ella su prima Doña Ana de Anaya y en la que lleva a cabo la fundación de un Convento, la cual concluye en julio de 1608. Los Annales de los descalzos sitúan su muerte en Salamanca, en la cuaresma de 1609
[5], fecha que podemos considerar aproximativa, dado que en el mismo documento se habla de su predicación de la cuaresma de ese mismo año.
Hay motivos suficientes para pensar que es este Diego de San Pablo quien está detrás del origen de la imagen del Cristo de la Misericordia, en primer lugar por la sinonimia de misericordia y merced, pues la palabra “Merced” reflejaba en la Edad Media la idea de misericordia, compasión y piedad
[6], idea que ha permanecido en la Orden de la Merced a lo largo de los siglos, hasta el punto de que la Virgen de la Merced adopta en ciertos relieves y manifestaciones artísticas la iconografía de la Madre de la Misericordia, con el manto extendido, bajo el cual se acogen sus hijos protegidos a la sombra de su Merced, de su misericordia. Además no es nada frecuente encontrar una imagen de Cristo en el misterio del Pretorio, es decir, un “Ecce Homo”, con el sobrenombre “de la Misericordia”, sobrenombre que adoptan con muchísima más frecuencia las imágenes de Cristo crucificado; incluso, en lugares como Alcantarilla (Murcia) donde una imagen de Cristo “Ecce Homo” recibe el apelativo “de la Misericordia” no lo hace en exclusividad, pues se trata del “Santísimo Cristo de la Salud y Misericordia”, podemos pensar, entonces, que detrás de la Misericordia de la imagen de nuestro Cristo se encuentre la palabra Merced.
En segundo lugar, manteniendo esta hipótesis, Herencia en el siglo XVII debía ser territorio exclusivo de limosna para los mercedarios, seguramente desde Argamasilla, pues no hay noticias ni restos de la presencia de alguna otra Orden en la Villa en ese siglo, y la fundación de un Convento en Herencia es la muestra de la aceptación que tendría esta Orden entre el pueblo y de la predilección que por él sentirían los frailes de blanco sayal.
En tercer lugar, la dedicación de Diego de San Pablo a los temas de la Pasión y a los sermones de cuaresma, unida a la fama que como predicador tenía desde Salamanca a Sevilla y, por supuesto, en Argamasilla de Alba, donde, recordemos, tenía familia de la alta nobleza, hace que los catorce meses que, según dicen los Annales de los Descalzos, residió en esta localidad para fundar su convento sean tiempo suficiente para extender su fama de predicador por los pueblos de la comarca, incluso para predicar en ellos. Mas aún, en el escrito del archivo parroquial no se especifica quien es Diego de San Pablo, seguramente porque no hacía falta especificar, pues se sabía quien era, su cercanía debía ser por todos conocida. Y qué decir de la devoción que por el Ecce Homo profesarían los frailes descalzos, que le dedicaron una importante capilla de su nuevo convento, aunque, esta vez, bajo la advocación del “Consuelo”, imagen original de busto.
Pero, por el contrario, la horquilla de sesenta años aproximadamente, que se extiende desde la muerte de Diego de Sotomayor hasta el año del que data la primera noticia de la presencia de la imagen en Herencia – aunque, recordemos, se trata del traslado desde una casa particular, donde pudo ser depositado a la espera de que fuese construida la iglesia parroquial –, es muy extensa y dentro de ella sucederían, con seguridad, muchas cosas en la Villa. Esta horquilla puede verse disminuida por la consabida falta de rigor temporal en los documentos de la época, pero aún así parecen muchos años. Tampoco sabemos los términos en los que fue donada la imagen, ni las condiciones, y las fuentes documentales no se muestran nada generosas con nosotros en este tema.
De todos modos, por lo dicho hasta ahora y volviendo de nuevo a las apostillas “de San Pablo”, por una parte, y “de la misericordia”, por otro, es muy probable que la Orden de la Merced tenga mucho que ver en el origen de la imagen del Santísimo Cristo. Actualmente existe la presencia de esta Orden en la Ermita del Santísimo Cristo de la Misericordia en forma de escudo que corona el retablo de Santiago Apóstol. De lo que no cabe ninguna duda es de la importancia que desde su llegada al pueblo ha tenido la imagen y del impacto devocional que desde su contemplación tiene en sus fieles. Prueba de ello es que ya desde el principio, cuando aún la imagen permanecía en la ermita de la Concepción, tenía santero para su cuidado, en concreto, Francisco Aragonés, que muere el dieciocho de diciembre de 1708
[7], signo evidente de la importancia del culto a la sagrada imagen.
En este artículo queda la hipótesis de que fuera el mercedario descalzo Fray Diego de San Pablo, predicador y fundador del convento de la Merced de Argamasilla de Alba, quien trajera a Herencia la imagen del Santísimo Cristo de la Misericordia. Ojalá aparezcan nuevos datos que apoyen o refuten esta teoría, pero que, en todo caso, ayuden y arrojen luz sobre la llegada a nuestro pueblo de una de nuestras imágenes más queridas y veneradas. Muchas gracias a la Parroquia de Herencia y la Hermandad del Santísimo Cristo de la Misericordia por haber puesto a mi disposición todos los archivos y datos de que disponían.

Antonio Martín – Viveros Tajuelo
NOTAS:
[1] ALONSO AGUADO, Mario, “El Quijote y su omnipresencia en la Villa de Herencia” en Diario Lanza, Ciudad Real, 23 de mayo de 2005. Pg. 4
[2] Archivo Parroquial de Herencia. Libro I de defunciones de adultos, f.166.
[3] QUINTANAR Y FUNES, Metodio, Devoto novenario en honor del Santísimo Cristo de la Misericordia, milagroso y amantísimo protector de la Villa de Herencia, Herencia, 1910.
[4] MARTINEZ VAZ, José, Herencia ama a la Virgen, La Merced, Madrid, 1954. Pág. 23.
[5] Cf. SAN CECILIO, Fray Pedro de, Annales del orden de Descalzos de Nuestra Señora de la Merced Redempcion de Cautivos Cristianos, parte segunda, Barcelona, 1669. Págs. 742 - 759
[6] AA.VV. Herencia y la Orden de San Juan (Siglos XIII-XX),Biblioteca de autores y temas manchegos. Diputación de Ciudad Real – Área de Cultura, Ciudad Real, 1991. Pág. 223
[7] Archivo Parroquial de Herencia. Libro I de defunciones de adultos, f. 305.


BIBLIOGRAFÍA

- AA.VV. Herencia y la Orden de San Juan (Siglos XIII-XX),Biblioteca de autores y temas manchegos. Diputación de Ciudad Real – Área de Cultura, Ciudad Real, 1991.
- Archivo Parroquial de Herencia. Libro I de defunciones de adultos, folios 166 y 305.
- MARTINEZ VAZ, José, Herencia ama a la Virgen, La Merced, Madrid, 1954.
- QUINTANAR Y FUNES, Metodio, Devoto novenario en honor del Santísimo Cristo de la Misericordia, milagroso y amantísimo protector de la Villa de Herencia, Herencia, 1910.
- SAN CECILIO, Fray Pedro de, Annales del orden de Descalzos de Nuestra Señora de la Merced Redempcion de Cautivos Cristianos, parte segunda, Barcelona, 1669.
- ALONSO AGUADO, Mario, “El Quijote y su omnipresencia en la Villa de Herencia” en Diario Lanza, Ciudad Real, 23 de mayo de 2005. Pág. 4